Buenas noticias para el cine peruano. La opera prima de Gianfranco Quattrini es una rara sorpresa, una bella película que muchos disfrutarán en secreto. Por supuesto que nadie se molestará en defenderla demasiado, porque es una cinta modesta, de tono menor. Tampoco es "revolucionaria", y no le ayuda mucho ser una especie de comedia dramática. Sin embargo, Chicha tu madre debe ser el filme peruano más moderno y equilibrado que se ha visto desde La muralla verde, esa proeza cinematográfica que Armando Robles Godoy nos regaló hace más de treinta años.
El primer logro de Quatrinni es saber mostrar a un personaje bien definido, con naturalidad y sin afectaciones. Jesús Aranda es Julio César, un taxista de 37 años y lector amateur del Tarot. La relación con su esposa no es nada buena; sobre ellos pesa la amenaza de un juicio de desalojo, y la hija adolescente acaba de salir embarazada. Julio César es un personaje popular, pero no es reducido a la caricatura del pícaro criollo que tan bien conocemos. El personaje resulta más complejo de lo que se podría creer, inmerso en un singular estado existencial: incluso antes de separarse de su mujer, ya vivía “lejos” de ella y de su querida hija, a pesar de dormir en la misma casa. Las dos lo tratan con resentimiento, y le reprochan su estado ausente, ido. Quattrini ha captado ese clima melancólico del alma de Julio César: casi atontado, flotante, y "confortable" en medio de la calidad banal y vilipendiada de su vida.
Este estado anímico se materializa, cinematográficamente, gracias a dos cosas: el tiempo laxo que imprime el montaje, creado a través de planos estáticos, distendidos, y plegados con cortes pausados; y esas profundas vistas de la ciudad, ya sean nocturnas o soleadas. Quattrini nos devuelve, a través de sus paisajes, esa calma, ese letargo hipnótico que caracteriza a una Lima adormecida por el remanso del mar, pero también por su neblina, por el polvo y el neón de los night clubs periféricos que frecuenta este memorable antihéroe nacional.
Y esta atmósfera, esta tristeza contaminante, circula alrededor, atraviesa a los demás personajes. Todo resulta irrisorio y conmovedor, ligeramente gracioso y dramático a la vez: el acercamiento galante del protagonista a la prostituta Katlyn (Tula Rodriguez); Fabián (Pablo Brichta), el enfermero argentino que lleva pacientes peruanos a Buenos Aires para ser atendidos por un menor costo; y otro perdedor gaucho que pasa sus últimos días en Perú, el Dr. Sanguinetti (Jean Pierre Reguerraz), temperamental DT que entrena al Club de Fútbol Libertad, equipo de segunda división del que Julio César es hincha y socio por herencia paterna.
También es cierto que no todo resulta convincente. Hay algunas concesiones algo gratuitas, como el strip tease de Karen Dejo, la “chica eléctrica”. Al final, uno tiene la sospecha de que el conjunto resiente la excesiva proliferación de subtramas o historias paralelas (como la relación de Julio César con el enamorado de su hija). Sin embargo, Chicha tu madre sigue siendo un filme lleno de hallazgos. Su refinado estilo, con su entrañable acercamiento a la cultura popular, y sus composiciones muy estudiadas, tiene un aire de familia con el de Carlos Sorín, y en general con el espíritu del nuevo cine argentino (no es irrelevante mencionar que el realizador se formó en ese país). En fin, entre la contemplativa crónica urbana, y cierto tamiz onírico que pasa por la visión alienada de un taxista brujo, Quattrini se ha atrevido a extraer belleza y ternura de una ciudad maldita, una que, por mucho tiempo, creíamos negada para nuestro cine. (Somos, 27/03/2006)
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