jueves, 5 de septiembre de 2013

Sigo siendo (Kachkaniraqmi) de Javier Corcuera (2013)




Sigo siendo es el registro de un trenzado de peregrinajes musicales —los de Máximo Damián y Raúl García Zárate, se combinan con los de Magaly Solier y la familia Ballumbrosio—. Pero no sólo eso. Corcuera utiliza el mar y los ríos del Perú no solo a nivel metafórico, sino a nivel sensual, material y orgánico. El montaje de Fabiola Sialer crea un efecto de deslizamiento, de flujo, que se corresponde con la transparencia de las imágenes.


Y si este es un filme de espacios abiertos y de luz en el sentido de “transparentar”, lo que se da a ver es el “espíritu”: la música proveniente de hombres y mujeres forma una red de caminos que se bifurcan, hasta lograr un encuentro más allá del espacio. En ese sentido, este es el pacto en torno a un “secreto”, el de los artistas olvidados, invisibilizados, que no necesitan de discursos panfletarios, sino solo de una persistencia creadora. La violencia y la ignominia están allí, pero como huella, como ausencia, un ruido que no puede acceder al ámbito del silencio de donde proviene el ritmo y la armonía. Corcuera consigue, entonces, un doble efecto, que emparenta al silencio que precede al acorde con el hallazgo de un escenario: las melodías se desprenden no solo de rostros y cuerpos, sino también del agua, de las quebradas rocosas, de los desiertos y las selvas humosas. Sigo siendo es un logro cinematográfico, pero también una celebración de la vida que no tiene nada que ver con lo turístico ni lo publicitario. (versión modificada del texto publicado en Somos: 31/08/2013)