domingo, 10 de noviembre de 2013

El evangelio de la carne (2013) de Eduardo Mendoza


En la senda de películas latinoamericanas que entrecruzan un puñado de destinos trágicos –muchos recordarán la mexicana Amores perros– llega esta película nacional, estrenada en el Festival de Lima. Si bien tiene a su favor algunas actuaciones destacadas, como las de Ismael Contreras, Lucho Cáceres, y Sebastián Monteghirfo, el filme, proclive a sumar momentos de choque, no deja que sus historias y personajes se desarrollen, de modo que puedan adquirir una verdadera densidad dramática. La resolución de los relatos –entre los que se mezcla a los barristas de fútbol, la procesión del Señor de los Milagros, y una banda de falsificadores de dólares– es abrupta e inverosímil, y el caso más notorio quizá sea el del policía encubierto que interpreta Giovanni Ciccia, cuya tribulación amorosa carece de justificación y consistencia. Lo mejor es el transportista arrepentido que encarna Ismael Contreras, su dolor y turbación merecieron un protagonismo mayor. (En: Somos 02/11/2013)

Rocanrol 68 (2013) de Gonzalo Benavente


Llega a cartelera este largometraje nacional, sobre un grupo de adolescentes de clase alta aficionados al rock, a fines de los sesenta. Con poca fortuna, Jesús AlzamoraSergio Gjurinovic, y Manuel Gold ensayan un registro cómico “ingenuo”, proclive a disfuerzos y muecas que supuestamente rinden homenaje al cine mudo y a una serie de películas clásicas. Sosteniéndose a partir de estos sketches excesivamente dilatados, más cansinas referencias a la cultura pop de la época, y a falta de un buen guión, es poco lo que podían hacer las canciones de Los Saicos o Traffic Sound. Junto a la banda sonora, lo que saca por momentos a la película de su habitual estupor recae en la actuación de Mariananda Schempp, quien interpreta a una vecina “hippie” con la frescura e inteligencia suficiente como para llamar la atención del espectador. (En: Somos 09/11/2013)

El espacio entre las cosas (2013) de Raúl Del Busto


El filme se abre paso a través de imágenes hipnóticas y de una voz que cuenta la historia de Glauber Maldonado, policía anonadado por una realidad que observa, entre viaje y viaje, entre el sueño y la vigilia. Pero, ¿quién es el que sigue hablando? ¿el cineasta o el policía? ¿Raúl del Busto, o Glauber Maldonado? Me temo que eso es lo de menos. Del Busto nos coloca frente a un hombre que se inventa a través del personaje que crea, pero, a la vez, nos pone frente a un personaje que termina convirtiéndose en el autor del filme.


En esta película, las imágenes siempre dialogan entre ellas, los espacios parecen desconectados, pero nosotros los conectamos gracias a la voz en off. ¿Qué hay “entre” las cosas? Como sucede con otros cineastas visionarios, lo que está entre las cosas es una conciencia, un espíritu. Del Busto nos invita a rememorar las voces, imaginar, volver sobre visiones anteriores que nos harán “leer” las nuevas, en una constante y fascinante relectura del sentido. Sin embargo, no se piense que este es un filme “frío”. El espacio entre las cosas es también la revelación de un país, de un continente, de un mundo que nos abandona a la soledad, a un viaje bello y terrible a la vez. De las calles y la selva peruana, a los cielos y aeropuertos del mundo, estamos ante un registro del dolor y el éxtasis, la contrición y el delirio, el recogimiento y la liberación. (En Somos: 18/09/2013)