El filme se abre paso a través de imágenes
hipnóticas y de una voz que cuenta la historia de Glauber Maldonado, policía
anonadado por una realidad que observa, entre viaje y viaje, entre el sueño y
la vigilia. Pero, ¿quién es el que sigue hablando? ¿el cineasta o el policía?
¿Raúl del Busto, o Glauber Maldonado? Me temo que eso es lo de menos. Del Busto
nos coloca frente a un hombre que se inventa a través del personaje que crea,
pero, a la vez, nos pone frente a un personaje que termina convirtiéndose en el
autor del filme.
En esta película, las imágenes siempre dialogan
entre ellas, los espacios parecen desconectados, pero nosotros los conectamos
gracias a la voz en off. ¿Qué hay “entre” las cosas? Como sucede con otros
cineastas visionarios, lo que está entre las cosas es una conciencia, un
espíritu. Del Busto nos invita a rememorar las voces, imaginar, volver sobre visiones
anteriores que nos harán “leer” las nuevas, en una constante y fascinante
relectura del sentido. Sin embargo, no se piense que este es un filme “frío”. El espacio entre las cosas es también
la revelación de un país, de un continente, de un mundo que nos abandona a la
soledad, a un viaje bello y terrible a la vez. De las calles y la selva peruana,
a los cielos y aeropuertos del mundo, estamos ante un registro del dolor y el
éxtasis, la contrición y el delirio, el recogimiento y la liberación. (En Somos: 18/09/2013)
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