Los que han visto Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004), no podrán olvidar a Simon Pegg y Nick Frost como ese par de desclasados que, muy significativamente, se demoran en reconocer que la sociedad ha mutado a una de muertos vivientes. Ahora, ambos dejan su Inglaterra natal y asisten al Comic-Con (convención anual de fanáticos de la ciencia ficción y la animación) de San Diego, y recorren los sitios históricos relacionados con ovnis o extraterrestres. Lo que no sospechan, es que allí se encontrarán con un marciano bastante más astuto y confiado que ellos.
Dirigido por Greg Mottola (Supercool, Adventureland), en base a una mezcla de buddy-movie (película de amigos), cinta de carretera, y ciencia ficción, esta historia despelotada aporta algo que la comedia americana suele resentir: cierta habilidad para identificarse, y a la vez burlarse, de estos temerosos nerds que no dejan de escapar de los matones sureños que aparecen por todos lados -y que creen ver en Pegg y Frost no solo a una pareja homosexual, sino a todo tipo de delincuentes a los que hay que exterminar. Lo mejor es la primera mitad, cuando se perfila bien la amistad de la excéntrica pareja. La criatura Paul -con voz de Seth Rogen en la versión original- no deja de ser graciosa al constituir esa figura picaresca y pendenciera que se encariña con los inocentes y virginales viajeros. A pesar de que adolece de la misma riqueza de ideas en su cinéfilo desenlace, Paul no deja de ser un filme distinto, sensible, y lleno de grandes momentos de humor.(versión modificada del texto publicado en Somos, 08/10/2011)
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