lunes, 23 de mayo de 2011

La revelación (Stone, 2010) de John Curran

 
Jack Mabry (De Niro) es un  burócrata puritano que se dedica a estudiar los expedientes de los presos que están a punto de salir de la cárcel. De él depende la libertad de los reclusos, incluida la de Gerard “Stone” Creeson (Norton). El duelo entre estos dos hombres, tercos y soberbios, se completa con la participación de la promiscua pareja de Gerard, Lucetta (Jovovich), quien tratará de seducir a Mabry. 

En La revelación, todos entablan un juego de poderes, donde la manipulación y la seducción dan cabida a otra cosa, a una transformación. Y no en un sentido “edificante”, ni como modo de ilustrar una “lección moralista”. Creeson no se convertirá en un iluminado, ni Mabry  accederá a la felicidad. Nadie se redime, pero todos atraviesan un recorrido que los cuestiona, que cambia sus formas de percepción. Los eventos ponen en crisis las protecciones racionales de los personajes de Curran, quienes hacen de “la experiencia”, la verdadera fuente de conocimiento, como querían los románticos. 

Pese a su indeciso desenlace, no deja de fascinar un drama que explora la psique con atrevimiento, respetando esos momentos de confusión que dejan un resquicio de misterio a lo que pueda venir. Con por lo menos una obra maestra en su haber (The Painted Veil, 2006), el director norteamericano confirma su especial habilidad para desmantelar el tópico amoroso, y darle una veta reflexiva de acuerdo al imprevisible -y paradójico- tejido de relaciones que su cámara confecciona. (versión modificada del texto publicado en Somos, 21/05/2011)

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