domingo, 26 de febrero de 2012

La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2011) de Martin Scorsese


Un pequeño huérfano vive en una estación de tren en el París de principios del siglo XX. Hugo (Asa Butterfield) trata de descubrir un mensaje dejado por su padre, detrás del misterio de un autómata en el que este trabajaba antes de morir. Esa aventura llevará, a este niño -hecho a imagen y semejanza de las novelas de Dickens-, hacia el encuentro con un viejo mago y vendedor de juguetes (Ben Kingsley), y con su hija Isabelle (Chloe Grace Moretz), principal cómplice de la trama.

La película está hecha de una inmersión extasiada por París, y por la otra ciudad diminuta que representa la estación. La profundidad de campo y las cámaras móviles, tan caras al director de Casino, nunca estuvieron mejor utilizadas, creando la sensación de un agobio y asombro siempre renovado alrededor de este submundo laberíntico y encantado, con sus mecanismos de relojería y sus secretos. Uno de ellos, la invención de las imágenes en movimiento, estará detrás de esa figura mítica que representa Georges Melies, el primer hechicero del cine como fantasía. Todo remite a la ilusión fílmica de una forma magnífica: la tecnología digital puesta al servicio del detalle y la creación de un universo lleno de subterfugios, de falsas paredes y superficies, de almas y verdades ocultas que habrá que revelar. La invención de Hugo Cabret es la primera ficción de Scorsese que tiene, como tema explícito, el amor al cine. No es para nada extraño, entonces, que se trate de una obra maestra, una de las películas más perfectas y sentidas de su filmografía. (versión modificada del texto publicado en Somos 25/02/2012)

martes, 21 de febrero de 2012

Los descendientes (The Descendants, 2011) de Alexander Payne


Lo de Payne es la crónica de las clases medias -en este caso, algo acomodadas- derruidas, a partir de hombres maduros cuesta abajo: el mediocre profesor de Election (1999), el viudo deprimido de Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt, 2002), el divorciado de Entre copas (Sideways, 2004). Aquí, el escenario sigue siendo ese paisaje natural de fondo que fascina al director, donde se cuentan fábulas de crisis del sueño americano. En el pequeño paraíso que es Hawai,  Matt King (Clooney) debe afrontar el coma en que se ha sumido su mujer; su difícil relación con una hija pequeña y otra adolescente; finalmente, su rol de fideicomisario de las tierras vírgenes que él y sus primos han heredado de sus antepasados. 

De aquí el tono crepuscular: los vínculos nucleares quedan suspendidos y revelan secretos que muestran una historia triste, no la que creía vivir el hombre simple y metódico que caracteriza, con corrección, Clooney. Empieza un cuestionamiento interno que incluye la decisión de vender los terrenos y acabar con el patrimonio simbólico de la unidad familiar. Pero no se piense que todo es trágico. El cine de Payne busca la conjunción perfecta de comedia y drama. Incluso en los momentos más traumáticos, Clooney resume esa apariencia de hombre ridículo, de bufón atribulado en medio del derrumbe generalizado. Y, junto con la risa, también asoman, no muy convincentemente, resoluciones complacientes o demasiado rápidas de los conflictos. Algo que impide aparecer una hondura que sí tiene Entre copas o Election, los mejores títulos de Payne hasta la fecha. (versión modificada del texto publicado en Somos, 18/02/2012)

jueves, 16 de febrero de 2012

FIACID 2012


Ayer se inauguró oficialmente el Primer Festival Iberoamericano de Cine Digital (va hasta el domingo 26 de febrero). Con la dirección artística de Claudio Cordero, esta primera edición tiene como platos fuertes las retrospectivas de Iván Fund, de José luis Torres Leiva, y de Rafael Arévalo (no perderse su magnífica opera prima Alienados), puntales de un nuevo cine latinoamericano ya con una trayectoria muy interesante a cuestas, y que podremos disfrutar en esta primera edición del FIACID. Además, contaremos con la presencia de Fund (Argentina) y Torres Leiva (Chile).

En esta primera versión del festival, se podrá apreciar una muestra de cine regional peruano (donde se encuentra Los actores de Omar Forero, que es, a nuestro juicio, una de las cintas más originales y logradas de la historia del cine peruano), y, por supuesto, la competencia oficial, que  tiene como caractrerística distintiva incluir solo primeras y segundas películas de realizadores latinoamericanos e hispanos.  Recomendamos títulos que ya hemos tenido oportunidad de ver, como la magistral Las marimbas del infierno de Hernández Cordón, y, en las muestras especiales, la muy interesante Música campesina de Alberto Fuguet.

Arriba, una imagen de Las marimbas del infierno. Acá un link a un texto sobre el filme, que publicamos el año pasado:
 http://www.diasdeunacamara.blogspot.com/2011/04/bafici-2011-las-marimbas-del-infierno.html

Más información sobre el festival y la programación: http://festivalfiacid.blogspot.com/

La joven de la perla (Girl with a Pearl Earring, 2003) de Peter Webber


El documentalista británico Peter Webber hace un buen debut como director de ficción con esta adaptación cinematográfica de la novela de Tracy Chevalier -libro que imagina la historia que estaría detrás de un célebre retrato del pintor holandés Johannes Vermeer-.

La cinta empieza cuando, luego del accidente que sufre su padre, la humilde Griet (Scarlett Johansson) se va a trabajar como sirvienta a la casa de Vermeer (Colin Firth). La muchacha debe soportar el mandato tiránico que ejerce la suegra (Judy Parfitt) y la esposa del pintor (Essie Davis) sobre toda la familia. Griet soporta con dignidad su condición de sierva, pero, a la vez, siente una gran curiosidad por develar el misterio que rodea a la figura del genio -personaje que el director, astutamente, oculta ante los ojos de la protagonista y del espectador-.

El filme no se concibe como una de esas producciones que tratan de lucir, ostentosamente, la reconstrucción de la época (el siglo XVII). El éxito de La joven de la perla está en su economía visual. En medio del represivo orden de la casa, el trazado de tímidos vistazos, y certeras auscultaciones , permite, a los personajes, establecer batallas y resistencias que se constituyen en materia dramática -como los terribles celos que la esposa de Vermeer y la hija mayor, Cornelia, sienten ante la presencia cada vez más preponderante de Griet. 

Este arte, de filmar las miradas, tiene dimensiones eróticas y micro políticas, pero también estéticas: la joven Griet descubre los prodigios de la luz y el color, siempre bajo los influjos y las instrucciones del hermético pintor que interpreta Firth. Ese es uno de los temas de la película: el descubrimiento de la belleza en las cosas más simples, esa revelación esencial que llega gracias a una diferente manera de ver (algo que también se consigue gracias al tratamiento de la luz que hace Eduardo Serra). Sin embargo, este cometido va más allá de la fruición contemplativa o el virtuosismo fotográfico, ya que el alma de Griet -escondida en su bello rostro- se convierte en el centro de atracción que hace confluir la pasión artística con la perversión. Y el realizador Webber logra mucho de eso cuando, a través de dilatados primeros planos, Scarlett Johansson desnuda sus ojos y los sostiene en el difícil equilibrio de la perturbación, la fragilidad y la inocencia.

A veces se siente que Webber es algo tímido para hacer sus apuestas, y está al borde de quedar atrapado en su corrección narrativa o el manierismo estilístico. Pero si esa medianía queda superada es por la sutil crueldad que sobrevuela todo el relato: Griet es objeto de uso como sirvienta; es objeto de un deseo que, poco a poco y soterradamente, se contagia entre todos; es  objeto de obsesión sádica (ahí está la demoníaca Cornelia para corroborarlo); y, finalmente, es objeto de contemplación estética. Lo interesante es que el papel que la chica juega para el pintor también promete un amor sugerido aunque irrealizable, que está en el límite de la materialización y la imposibilidad.

Es verdad que el de Griet es una especie de martirologio que da la sensación de que pudo ser explorado con más profundidad, de que pudo ir más lejos. Sin embargo, La joven de la perla no deja de ser una bella película cuyos hallazgos evaden los lugares comunes en los que suelen caer este tipo de filmes. (Somos, 03/06/2006)

martes, 14 de febrero de 2012

J. Edgar (2011) de Clint Eastwood


Este biopic sobre Edgar Hoover, injustamente relegado de las nominaciones de la Academia -seguramente por el trasfondo político detrás de quien fuera director del FBI por cinco décadas-, es un nuevo logro de Eastwood. A través de planos cercanos, una voz en off confidente -el punto de partida es el relato de las memorias del protagonista en su vejez-, de retornos al pasado y contrastes con el presente, se esculpe un carácter, costados débiles y culposos, fobias y obsesiones, los reductos más temibles y dramáticos del hombre más poderoso de Estados Unidos.

Eastwood trabaja con una dinámica de puntos de vista que vienen y van hacia el personaje; y hace de la actuación de DiCaprio el centro de una poética de la autoexploración. A la par que van sucediéndose los hechos políticos -guerra al comunismo y las mafias, investigaciones criminales, sucesión de presidentes-, salen a la luz las verdades de un hombre reprimido: su madre, su soledad, su sexualidad contenida, su mitomanía perversa. La fotografía está llena de claroscuros, de un cromatismo diluido, de perpetuas sombras o tinieblas que configuran una especie de estado natural de vida. Pero hay un brillo esencial, que es el de la relación de Hoover con Tolson (Arnie Hammer), su brazo derecho en el FBI, un vínculo que escapa a todos los clichés, como el de Maggie y Frankie en Golpes del destino, como el de Kowalsky y su vecino adolescente en Torino, y que le da al filme una hondura difícil de igualar.  (Somos, 11/02/2012)

lunes, 6 de febrero de 2012

La hora 25 (25TH Hour, 2002) de Spike Lee


Mucho tiempo ha pasado ya desde Haz lo correcto (Do The Right Thing, 1989), ese recorrido inaugural por los barrios negros de Nueva York -que también fue una inigualable explosión de humor, violencia y color para el cine americano de la época. En La Hora 25 no solo se trata de una historia de blancos, sino de una narración que, si bien conjuga la misma soltura, lo hace, esta vez, con influjos melancólicos, en ritmo como en tonalidad visual.

El filme, basado en la novela de David Benioff -a quien también le pertenece el guión-, aborda el último día de libertad de Monty Brogan (Edward Norton), vendedor de droga que va a tener que pasar siete años en prisión. Antes de ir a la cárcel, Monty decide reunirse con sus amigos de la infancia: un vendedor de acciones en Wall Street (Barry Pepper) y un profesor de literatura (Philip Seymour Hoffman). Además quiere saber quién lo delató -duda incluso de su novia-, mientras se celebra una fiesta de despedida que organizan los gángsters rusos con los que trabajaba.

Pronto nos enteramos que, como el mismo Malcolm X (1992), Brogan estaba a punto de dejar su estilo de vida --ilegal y dependiente de una mafia organizada--, pero es súbitamente  traicionado y arrojado a las fauces de un destino sombrío. Por eso, desde el inicio, hay una sensación de desasosiego y de pérdida. Y lo interesante es que ese sentimiento se conduce con uno colectivo, histórico, hasta universal: el de una Nueva York posterior a la caída de las Torres Gemelas. Se trata de mirar una época más desencantada, más descreída del futuro, de la misma manera en que el protagonista encara su  porvenir.

Sin embargo, La hora 25 es más que un canto pesimista. Mucho de su magnetismo reside en sus personajes, impregnados de la velocidad que identifica a su ciudad, o en lo excitante de ese reencuentro a través del cual se pasa revista a una urbe que no para. A Lee siempre le fascinó la textura multiétnica de Nueva York, su caos y su neurosis, y aquí lo celebra mediante una lectura muy actual del estado de cosas, pero también a través de sentimientos límites de amor y odio del personaje que interpreta Norton (hay que recordar su monólogo frente al espejo, ilustrado por encendidas imágenes de negros, italianos, coreanos, puertorriqueños, etc.).

Otro registro subyacente del filme tiene que ver con esa radiografía de América que representan los tres amigos. Uno hace dinero fuera de la ley vendiendo droga, otro se enriquece "engañando a la gente" legalmente en Wall Street, mientras el profesor de colegio representa un estilo de vida más inocente, pero derruido por su forma de vida reprimida, por su frustración profesional.

Estamos lejos del sueño americano. Lo que no impide que se haga tan convincente la amistad y amor que, a pesar de todo, conserva este grupo de personajes que completan Rosario Dawson y Brian Cox. Tampoco podemos dejar de mencionar la capacidad del director de Jungle Fever para hacer tan “transparente” un estilo siempre presto al rapto lírico o alucinado, o al apunte poético que se desliza, lenta y suprepticiamente (allí está la larga onversación nocturna entre Pepper y Seymopur Hoffman frente al forado abierto por la caída de las torres), en las imágenes de La hora 25. (versión modificada del texto publicado en Somos, 14/06/2003)

domingo, 5 de febrero de 2012

Poder y traición (The Ides of March, 2011) de George Clooney



Si bien el actor de Michael Clayton (2007) ya había sorprendido como director con su estupenda Buenas noches y buena suerte (Good Night and Good Luck, 2005), Poder y traición demuestra que no se trataba de un logro fugaz y aislado sobre el mundo de la política. A diferencia del primer filme, aquí la exploración de la lógica del poder se hace desde dentro (la perspectiva es de los propios actores en la tienda de campaña), y, sobre todo, como el aprendizaje de un novato, Stephen Meyers (Ryan Gosling), en proceso de perder la poca inocencia que le queda. 

En la radiografía transversal que realiza la cinta nadie se salva, ni el superior de Meyers, jefe de campaña (Seymour Hoffman) del gobernador Mike Morris (Clooney); ni el par Tom Duffy (Giamatti), que lidera la campaña del otro candidato; ni los periodistas (Marisa Tomei); ni el mismo Morris, a quien, en un principio, Meyer miraba como modelo de integridad. Pero tampoco se trata de un delineado tendencioso. Al contrario, estos son personajes complejos que juegan sus fichas en un tablero lleno de trampas, donde al final debe abandonarse cualquier escrúpulo en función de la sobrevivencia. Como director, Clooney opta por un registro más austero, más clásico, metódico, detallista en su observación dramática y social; la suya es una cámara atenta a un teatro, a una performance de seducción que también es una guerra cerebral donde los afectos tienen que sacrificarse, donde los principios deben abandonarse. Poder y traición es coherente y quirúrgica, dolorosa y brutal. (Somos, 05/02/2012)

viernes, 3 de febrero de 2012

Ben Gazzara (1930 - 2012)


Nos ha dejado Ben Gazzara. El año pasado se fue Peter Falk. Dos grandes actores y quizá las figuras más legendarias de la banda de John Cassavetes. Los últimos sobrevivientes de una época gloriosa. Ellos son los mismos de Husbands (1970), donde sellaron su complicidad en la forma de un grupo de maridos en busca de algo de "vida" a raíz de la muerte de un amigo de la infancia. Pero, quizá, el papel más poético y soberbio de Gazzara fuera el de showman-barman-playboy de ese boat de mala muerte en The Killing of a Chinese Bookie (1976), otra obra maestra de Cassavetes, donde esa elegancia para ser un tahur condenado a muerte lo distiguía y nos hacía quererlo, siempre perdido sin saber qué hacer ni cómo alentar a unas strippers desgarbadas y adorables, llenas de esa ternura que solo Cassavetes podía sacar de las calles más auténticas y marginales. Un papel parecido, que sin duda recogía mucho del Cosmo Vittelli de Los Ángeles, es el Jack Flowers de Saint Jack (1979) de Peter Bogdanovich: otro Bogart contemporáneo, vividor y perdedor, otro Mr. Wonderful  derrochando clase esta vez en los negocios sucios de Singapur. Imposible recorrer su carrera en estas pocas líneas. Sin ambargo, nos habíamos acostumbrado a verlo en algunos trabajos independientes. Como  con Gena Rowlands, en el segmento Quartier Latin de Paris, Je t'aime (2006), una especie de nostálgica añoranza de otros tiempos, que no deja de ser entrañable. Entre sus últimos trabajos también está un papel corto pero inolvidable en Dogville, de otro admirador de CassavetesLars Von Trier. En la foto, Gazzara en el cenit de su carrera con su amigo de toda la vida, el director de Faces.

jueves, 2 de febrero de 2012

Habemus Papam (2011) de Nanni Moretti



Ha sido elegido el nuevo Papa (Michel Piccoli). Pero la felicidad aparente se volverá consternación. El flamante Santo Padre se resiste a salir al balcón. Ese es el punto de partida del último filme de uno de los más originales cineastas europeos en actividad: el italiano Nanni Moretti (Caro Diario, La habitación del hijo). Moretti, quien suele aportar, como actor, un aire de inteligente comicidad y frescura, no deja de tener una presencia importante como un psicoanalista -contratado por el Vaticano- que trata de resolver el pánico que ha asaltado al Summo Pontífice, y que le impide cumplir su papel.

Precisamente, ese es uno de los temas que se abordan: esa dimensión existencial que está fuera del teatro del mundo, donde uno ha perdido la fuerza para continuar y es asaltado por las dudas más temibles y la soledad más radical. En ese sentido, Moretti no critica a la Iglesia ni la elogia, y se dedica a explorar esa crisis personal que contrapone la mundanidad de las ceremonias, el poder, y sus rituales, con esa vida anónima y despojada de importancia que el Papa depresivo busca para poder seguir viviendo. ¿Qué humanidad es la que se hace evidente en este proceso inaudito, donde se expone la más sentida fragilidad de quien debiera ser guía espiritual de los demás? Otro acierto de Moretti radica en su capacidad para no exacerbar el dolor, para no subrayar los sentidos, para fluctuar entre el dramatismo, la ternura, y el humor más sutil. Habemus Papam (título original) es una película extraordinaria que no debería haberse estrenado, en el Perú, con la engañosa versión en español de “Un Papa en apuros”. (En Somos 28/01/2012)