Tom
(Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen), es un matrimonio ya mayor, pero muy unido.
El tiempo (el filme se divide en episodios cuyos títulos nombran las sucesivas estaciones)
sigue su curso, y, así, se articula una narración en la que pareciera que nada
importante ocurriera. Sin embargo, otros personajes, amigos y familiares, van
incorporándose. Es el caso de la amiga de Gerri, Mary (extraordinaria Lesley Manville),
secretaria que está perdiendo su juventud, y cuya crisis nerviosa cobrará un
protagonismo inusitado.
Mike
Leigh es un heredero de Bergman, de Cassavetes, incluso de Dreyer. Su personaje
más complejo, Mary, escenifica un tortuoso vía crucis en el que, dentro de las
visitas diarias, pretende aferrarse a la estabilidad que no tiene. Sus torpes
estrategias de enamorar al hijo de Tom y Gerri no son más que otro síntoma de
su desequilibrio. La soledad es lo único que le queda, como sucede con Ken,
amigo de Tom, absorbido por una espiral depresiva que no pretende ocultar. Lo
interesante del filme radica no solo en el contraste de la pareja feliz y los
adultos en problemas, o en el estudio del alma a partir de la auscultación de
los gestos más sutiles del cuerpo y el rostro, sino en esa conflictiva relación
de dependencia y correspondencia que termina logrando un piadosa armonía entre
todos; una que, además, deja abierta la interrogante sobre Mary, la verdadera
heroína de Leigh, sobre la que se posa la grandeza y el misterio del filme.(En: Somos 22/09/12)
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