Hollywood no debe ser sinónimo de
falta de imaginación o entretenimiento publicitario. Este filme, junto con Los vengadores, puede verse como un
fino ejercicio de género. A diferencia de las anteriores entregas, que por
cierto no estaban mal, Iron man 3, sin
dejar de aprovechar el carisma de Downey Jr., está lejos de echar sobre sus
espaldas todo el funcionamiento de la película.
Prueba de ello es Guy Pearce como
Aldrich Killian, convertido desde ya en uno de los mejores malhechores de
películas de superhéroes. Este es un rival humanizado gracias al extraordinario
prólogo que permite comprender los resortes psicológicos que lo vincularán al
arrogante y encantador Stark. Y es que el director, Shane Black, no solo es el respetado
artífice de Kiss Kiss, Bang, Bang (2005),
sino, sobre todo, un experimentado guionista que conoce la importancia de la
palabra y la construcción de la historia y sus personajes. Eso no significa,
tampoco, que Iron man 3 sea una
película pretenciosa. Al contrario, es una fantasía que, sin tomarse demasiado
en serio, evita la sensiblería o el dramatismo ampuloso, para favorecer el
humor, el espectáculo sofisticado, y, por qué no, la ironía política —véanse
sino las apariciones del “Mandarín” (Kingsley), un curioso “malvado” que se
burla de EEUU, de los montajes mediáticos, y de todos los clichés sobre el terrorismo
de Oriente. En suma, esta puede ser la cinta más sólida de la serie, capaz de
poner en riesgo a su superhéroe y no aburrirnos en el intento. (Somos, 04/05/13)
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