Eric Packer (Pattinson) es un joven millonario que pasea con su limusina blindada por Manhattan, y observa las tendencias de la Bolsa. A la vez, se da tiempo para ver a una prostituta y la mujer con la que se ha casado hace poco –y tampoco le interesa demasiado. Como ellos, los seres humanos lucen desafectados, y todo se ha reducido a su valor de venta, donde el dolor y la muerte es lo único que puede seducir a un hombre todopoderoso –pero en el fondo desesperado.
En el cine de Cronenberg siempre
hay un virus que se apodera del cuerpo, y da pie a un fenómeno de mutación que
amenaza con destruirlo. Aquí, ese virus es el capital mismo. Más allá de esa verdadera
cápsula aislante que es la limusina del protagonista, la imposibilidad de genuino
contacto humano es la contante que se hace patente a través de todos los
diálogos y situaciones del filme. La intimidad y el amor han dado paso a relaciones
enrarecidas que no dejan de acrecentar la distancia entre el dueño del mundo y
los que no lo son. Pero no solo eso: el poder de Packer es proporcional a su
nihilismo, y por ende a su propia “enfermedad”. Por último, un trasfondo social
caótico y anárquico se muestra indirectamente, a través del espejo retrovisor. Cosmópolis es uno de los diagnósticos
más brillantes y amargos del capitalismo tardío y el ocaso de la civilización
moderna. (En: Somos 30/03/13)
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