Un
reto difícil: lograr que la exitosa saga de Sam Raimi, sobre el superhéroe de
Marvel, no termine sofocando un nuevo
inicio. Felizmente, podemos decir que los temores se han desvanecido, y que se
trata del mejor trabajo de Marc Webb hasta la fecha. La elección de Andrew Garfield
(a quien ya vimos en La red social),
como Peter Parker, es un acierto, ya que aporta una fragilidad y expresividad
que no hace extrañar el hieratismo de Tobey Maguire.
Esta
vez se ha procurado un protagonista más tímido y torpe, más cerca de su hogar y
los problemas de su dualidad, en un registro cálido y realista que hacer
recordar las atmósferas del clásico Superman (1978)
de Richard Donner. Eso, sumado a las lecciones aprendidas en cuanto a
espectáculo high-tech, permite que la
nueva propuesta se decante bien hacia una textura próxima y urbana en cuanto a
fotografía y confección visual, ya lejos de esa estética que acentuaba el
glamour retro y las superficies pasteles del cómic que Raimi había acuñado como
marca distintiva de su saga. Otro acierto es el villano, muy bien interpretado
por Rhys Ifans, personaje logrado y que hace empalidecer a lo conseguido
por Emma Stone como la novia del héroe. El resultado, aunque lejos de brindar
un aporte de consideración al género, reta con buen pulso a la trilogía
precedente y permite augurar una serie, aunque ligera, por lo menos divertida y
sofisticada. (versión modificada del texto publicado en Somos, 14/07/2012)
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