Luego
de más de treinta años, Prometeo recoge
el imaginario de Alien para contar
la historia de Elizabeth Shaw (Noomi Rapace), joven tripulante de un equipo de
exploradores espaciales con la misión encontrar la clave del origen de la
especie humana -supuestamente ligada a extrañas formas de vida que guarda un
planeta desconocido. Los logros son múltiples: desde conseguir una heroína de
antología, como el que interpreta Rapace (con la difícil tarea de hacer olvidar
a la teniente Ripley de Sigourney Weaver), hasta articular, sin tropiezos, la
fantasía futurista mezclada con intensas cuotas de horror y drama.
Sin
afectar el tono, Scott rinde un sutil homenaje a David Lean y a Kubrick, se
deja poseer por el asombro que generan paisajes abismales y criaturas
monstruosas, y utiliza la tecnología como un pintor detallista usaría un lienzo
y un pincel. A eso hay que sumar la serie de quimeras que surgen desde estos
astronautas extraviados, y que recuerdan mucho a los personajes de Blade Runner: el androide manipulador que interpreta
Fassbender, el anciano milenario que controla la nave, los contagios y
engendros mutantes que amenazan a los humanos. Todo eso siembra el espectáculo
audiovisual con otro tipo de sutileza, una hecha de preguntas sobre la crueldad
de la Naturaleza
y las paradojas de la existencia. Y si algunos monólogos o diálogos hacen muy
evidentes sus intenciones filosóficas, diremos que se trata de un reparo menor,
y que no le arrebata a Prometeo su
altísima jerarquía artística.(En: Somos 23/06/12)
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