viernes, 27 de abril de 2012

American Pie Reunion (2012) de Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg


American Pie (1999) significó un nuevo inicio para las comedias de adolescentes estadounidenses en la era de internet. La escatología se mezclaba con la vida de las clases medias puertas adentro. Surgían  nuevos pactos entre padres e hijos frente a una Norteamérica que ya ha perdido la inocencia. Y todo eso sin dejar de lado un delirante sentido del absurdo y del ridículo, así como el encanto de unos losers de colegio y pendencieros de pacotilla -con más de tontos que de maliciosos-, entre los que destacaba Jason Biggs.

American Pie Reunion empieza después de una secuencia antológica que destapa el mutuo aburrimiento de la pareja protagónica. La crisis de la clase media no es entonces económica, sino sexual. La remembranza juega a favor de este nuevo “debut” de la banda de amigos, cuando ya son adultos o intentan serlo y, de alguna manera, pasan por una de esas escapadas -en el caso del Jim Levenstein que interpreta Biggs, cargando con el agravante de la culpa matrimonial, luego de haber descubierto ambos esposos sus respectivas crisis onanistas- que tienen de entrañables, de hilarantes, y de un aire de familia legendario. El acierto está en que las tres películas anteriores no pesan, y los directores Hurwitz y Schlossberg equilibran la nostalgia con personajes que están reinventándose y jugando con sus propios clichés -y, de alguna manera, desprendiéndose de ellos. Más que una historia brillante -pueden identificarse una serie de huecos narrativos-, lo que hay acá son un puñado de aventuras muy bien resueltas, y una energía y complicidad desarmantes.  Esta es una comedia efectiva que no deja de querer a sus personajes. (versión modificada del texto publicado en Somos, 21/04/2012)

domingo, 15 de abril de 2012

Los juegos del hambre (Hunger Games, 2012) de Gary Ross


Uno de los últimos taquillazos de Hollywood es esta adaptación de la novela del mismo nombre de Suzanne Collins. Una historia del futuro pero que, de muchas formas, es un diagnóstico del presente: el mundo se ha dividido entre una facción dominante que ha conquistado el poder y que mantiene en condiciones precarias al resto de la población. Sin embargo, hay algo aún peor: la mala suerte de algunos “subyugados” que son seleccionados, por azar, para participar en unas competencias televisadas -como los “realitys”-, donde los muchachos -cada uno representa un “distrito” diferente- deben prepararse para un enfrentamiento a muerte en un campo de laboratorio. Allí, solo uno sobrevivirá, y se ganará el favor del Estado.

Sociedad del espectáculo, pocos escrúpulos para manipular las condiciones de reclusión de los participantes en el programa de TV, morbo, crueldad de las masas, carestía, hambre de los excluidos, parecen hablar en clave sobre las crisis -tanto económicas como morales- del mundo de hoy. Y, como muchos dicen, es probable que ese sea el secreto de su éxito. Sobre todo, siendo esta una cinta con unos prometedores minutos de inicio que, sin embargo, se echan a perder en una segunda parte -la del “juego”- donde el director pierde la brújula. Solo Jennifer Lawrence parece creer en su papel hasta el final, y es capaz de sostener el interés. Lo demás es un cúmulo de sensiblería, resoluciones predecibles, argumentos a la deriva, y personajes insustanciales. (Somos 7/04/12)

viernes, 6 de abril de 2012

El espía que sabía demasiado (Tinker Tailor Soldier Spy, 2012) de Tomas Alfredson


El director de Criatura de la noche (Lat den ratte komma in, o Let the Right  One In -como se tituló en EEUU-) confirma su talento con esta adaptación de una novela de John Le Carré. La acción, ubicada a principios de los setenta, se centra en un equipo de inteligencia británico y en todas las posibles traiciones que se ponen en juego, más aún cuando hablamos del arte de trabajar un equilibrio sinuoso entre los dos bloques en pugna de la Guerra Fría. Gary Oldman, con todo el magnetismo que genera la  contención actoral que ha procurado para este papel, se convierte en un espía dentro de su propio grupo de agentes. Por otro lado, la recreación de época no se hace desde la ornamentación, sino desde la atmósfera derruida de la burocracia que rodea a esta banda de en contubernio alrededor de Europa. 

La cámara de Alfredson nunca es abierta, sino parcial, siempre revela y esconde algo, en un juego de relecturas que, además, incorpora a la memoria. En ese sentido, este es un rompecabezas, una continua reconstrucción de hechos. El desconcierto, los movimientos subrepticios, fuera del campo visible, el sigilo y el misterio, es parte de una poética tenebrista. Y ya no hablamos de una alianza secreta entre un niño y un vampiro -como en la anterior cinta del autor-, sino de pactos encubiertos entre hombres que vuelven ambiguas y peligrosas todas sus relaciones. El espía que sabía demasiado es un filme extrañamente lírico y melancólico sobre la mirada y los compartimentos más oscuros del alma. (versión modificada del texto publicado en Somos, 31/03/2012)