Uno de los últimos taquillazos de Hollywood es esta adaptación de la novela del mismo nombre de Suzanne Collins. Una historia del futuro pero que, de muchas formas, es un diagnóstico del presente: el mundo se ha dividido entre una facción dominante que ha conquistado el poder y que mantiene en condiciones precarias al resto de la población. Sin embargo, hay algo aún peor: la mala suerte de algunos “subyugados” que son seleccionados, por azar, para participar en unas competencias televisadas -como los “realitys”-, donde los muchachos -cada uno representa un “distrito” diferente- deben prepararse para un enfrentamiento a muerte en un campo de laboratorio. Allí, solo uno sobrevivirá, y se ganará el favor del Estado.
Sociedad del espectáculo, pocos escrúpulos para manipular las condiciones de reclusión de los participantes en el programa de TV, morbo, crueldad de las masas, carestía, hambre de los excluidos, parecen hablar en clave sobre las crisis -tanto económicas como morales- del mundo de hoy. Y, como muchos dicen, es probable que ese sea el secreto de su éxito. Sobre todo, siendo esta una cinta con unos prometedores minutos de inicio que, sin embargo, se echan a perder en una segunda parte -la del “juego”- donde el director pierde la brújula. Solo Jennifer Lawrence parece creer en su papel hasta el final, y es capaz de sostener el interés. Lo demás es un cúmulo de sensiblería, resoluciones predecibles, argumentos a la deriva, y personajes insustanciales. (Somos 7/04/12)
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