miércoles, 20 de febrero de 2013

Lincoln (2012) de Steven Spielberg




Luego de la magnífica Caballo de guerra (2011), Spielberg afrontó uno de sus proyectos más ambiciosos. Su Lincoln se centra en los años crepusculares del presidente norteamericano, cuando trata de lograr el fin de la Guerra de Secesión, y, a la vez, lucha para que el Congreso apruebe la enmienda constitucional que abolía la esclavitud para siempre.

 A diferencia de otras cintas históricas de Spielberg (Amistad 1997, El color púrpura 1985), este Lincoln se muestra sobrio, contenido. Si bien estamos ante otro avatar del héroe spielberguiano, un melancólico caballero ajeno a los bandos enfrentados y cuya nobleza choca con las coyunturas degradantes –piénsese en el héroe de La lista de Schindler (1993)–, aquí predomina una corriente dramática subterránea. En esa línea, un gran actor –Daniel Day Lewis– vuelve a sorprender con un registro mucho más apocado que el que suele ofrecer, mientras una concentración o crispación constante remece su cuerpo alargado. Esta es la vejez de un líder en retirada, pero enfrentado ante la curva más abismal de su vida, ya que en sus manos está la tragedia y salvación de su pueblo. Y podemos decir que un doble filón, el que rodea a su vida privada, y el que tiene que ver con la política, están cuidadosamente zurcidos por la cámara serena e hipnótica de Spielberg. Pese a algún exceso retórico de los minutos finales, estamos ante la espléndida madurez de un estilo que homenajea al clasicismo, y, a la vez, humaniza con éxito un mito fundacional de Estados Unidos.(Somos 09/02/13)