viernes, 7 de febrero de 2014

Eduardo Coutihno (1933 - 2014)


El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) de Martin Scorsese



Luego del homenaje a la infancia que fue La invención de Hugo Cabret (2011), Scorsese decidió retornar a otro fuero que conoce bien: el de un mundo adulto, violento y corrompido. Ese que también es el de Estados Unidos de América hoy en día. A fin de cuentas, cuando Scorsese decide contar la historia de un hombre –como lo hizo en Casino o Pandillas de Nueva York– también captura, a escala épica, el espíritu de una cultura y de una época.


En el marco de su filmografía, esta vez las miras deberían estar puestas en Casino (1995), obra maestra de estilo frenético que, como EL lobo… gravita sobre la construcción de un Imperio basado en el pecado, el engaño y el crimen. Y, detrás, el antihéroe, que conoce una caída tan vertiginosa como su estadía en la cima del poder, el sexo, y las drogas.  Es el caso del magnate de Wall Street Jordan Belfort, personaje muy logrado gracias a la actuación de Di Caprio, pero también a la dirección obsesiva de Scorsese, cuya cámara puede observarlo arrastrándose en medio de una sobredosis mortal durante varios minutos, y afrontando una tempestad bíblica en pos del dinero que puede escapársele de las manos. Y, aunque no es una cinta particularmente novedosa para el director de Toro salvaje, no se puede dejar de admirar su coherencia e intensidad: incapaz de deshumanizar a su protagonista, el filme se atreve a mostrar, con el humor y voluptuosidad que amerita un universo absurdo y casi surreal, los fastos más cínicos y decadentes de su sociedad. (En: Somos, 01/02/2014)